jueves, 31 de mayo de 2012

LA LLAMADA


Después de dejarle en medio de la playa, solo y con ganas de más, mi cabeza no paraba de pensar. Al día siguiente me encontraba fatal, como si me hubieran dado una paliza y con  mis sentimientos a flor de piel. Solo podía pensar en él.
Iba por la casa como una zombi, no me podía concentrar en nada. En mi mente imaginaba como tendría que haber terminado aquel encuentro inesperado pero tan deseado.
Nada podía quitármelo de la cabeza, ni los niños, ni la música, ni siquiera los besos y caricias de mi marido. Lo único que conseguía era que le tuviera más presente.

Me di una ducha, para ver si conseguía  centrarme en mi vida de nuevo. Mientras estaba debajo del agua caliente, solamente podía pensar en sus manos recorriendo mi cuerpo, tocando mis muslos por debajo de mi falda. Y de nuevo ese sentimiento de arrepentimiento. Pensaba que no querría saber nada más de mí, que no querría volver a verme.

Pasaba la esponja suave y caliente por mi piel, y cerraba los ojos, pensando en el. Sin quererlo me excité tanto como si le tuviera delante. ¿Tal vez  si no le hubiera probado, si aquel primer encuentro no hubiera sucedido? ¿Si solamente fuera un conocido…? Pero no, sabía perfectamente que era algo más, una atracción tan fuerte como dos imanes que no pueden evitar juntarse.
Me encerré en mi habitación con la excusa de que necesitaba descansar, que no me encontraba bien. Pedí que nadie me molestara.

Me eché en la cama, mi piel estaba completamente erizada y mis entrañas lo llamaban a gritos. Comencé a recrearme en mis pensamientos, a recordar cada momento y cada segundo de contacto con su piel, de saborear sus labios, de acariciar su pecho…
Sin apenas ser consciente mis manos comenzaron a ser las suyas, le sentía cerca de mí. Recorría mi cuerpo de nuevo y si cerraba los ojos era capaz de sentir su aliento. Estaba muy caliente y solo quería tenerlo dentro de mí. Poco a poco  metí los dedos en mi vagina, y acariciaba mi clítoris, despacio. Pensaba, ¿Por qué no estas aquí?



Mi boca entreabierta  esperaba que la besara, ansiosa de recibirle, y mi lengua quería recorrerle de nuevo y saborearle de nuevo. Quería volver a chuparle entero, desde el cuello hasta su pene, que podía ver y sentir duro, erecto y caliente dentro de mí. 

Mis manos se movían casi sin control, como si no  fuera yo la dueña. Sumergida en esa vorágine de sentimientos y en mis pensamientos, llegaba un orgasmo tras otro, no podía parar,  no quería parar.

No se cuanto tiempo duró, pero cuando regresar a la realidad, estaba pletórica. Se me habían quitado todos mis males  y había tomado una decisión.
Me daba igual lo que pasara, pero tenía que llamarle, solamente debía encontrar el momento.
 
Pasaron varios días, y poco a poco me fui tranquilizando y racionalizando todo. Fruto de toda mi excitación, follé con mi marido esos días más que nunca, con lo cual él estaba encantado, claro.

Un dia, mirando el móvil, buscando un número de teléfono, de repente lo vi... su número y sin pensarlo ni un segundo le di a el botón de llamada.

Mientras escuchaba los tonos  mi corazón se aceleraba más y más, como si se me fuera a salir por la boca. 

Entonces una voz….¿Eva? y el mundo se paró.

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