jueves, 31 de mayo de 2012

LA LLAMADA


Después de dejarle en medio de la playa, solo y con ganas de más, mi cabeza no paraba de pensar. Al día siguiente me encontraba fatal, como si me hubieran dado una paliza y con  mis sentimientos a flor de piel. Solo podía pensar en él.
Iba por la casa como una zombi, no me podía concentrar en nada. En mi mente imaginaba como tendría que haber terminado aquel encuentro inesperado pero tan deseado.
Nada podía quitármelo de la cabeza, ni los niños, ni la música, ni siquiera los besos y caricias de mi marido. Lo único que conseguía era que le tuviera más presente.

Me di una ducha, para ver si conseguía  centrarme en mi vida de nuevo. Mientras estaba debajo del agua caliente, solamente podía pensar en sus manos recorriendo mi cuerpo, tocando mis muslos por debajo de mi falda. Y de nuevo ese sentimiento de arrepentimiento. Pensaba que no querría saber nada más de mí, que no querría volver a verme.

Pasaba la esponja suave y caliente por mi piel, y cerraba los ojos, pensando en el. Sin quererlo me excité tanto como si le tuviera delante. ¿Tal vez  si no le hubiera probado, si aquel primer encuentro no hubiera sucedido? ¿Si solamente fuera un conocido…? Pero no, sabía perfectamente que era algo más, una atracción tan fuerte como dos imanes que no pueden evitar juntarse.
Me encerré en mi habitación con la excusa de que necesitaba descansar, que no me encontraba bien. Pedí que nadie me molestara.

Me eché en la cama, mi piel estaba completamente erizada y mis entrañas lo llamaban a gritos. Comencé a recrearme en mis pensamientos, a recordar cada momento y cada segundo de contacto con su piel, de saborear sus labios, de acariciar su pecho…
Sin apenas ser consciente mis manos comenzaron a ser las suyas, le sentía cerca de mí. Recorría mi cuerpo de nuevo y si cerraba los ojos era capaz de sentir su aliento. Estaba muy caliente y solo quería tenerlo dentro de mí. Poco a poco  metí los dedos en mi vagina, y acariciaba mi clítoris, despacio. Pensaba, ¿Por qué no estas aquí?



Mi boca entreabierta  esperaba que la besara, ansiosa de recibirle, y mi lengua quería recorrerle de nuevo y saborearle de nuevo. Quería volver a chuparle entero, desde el cuello hasta su pene, que podía ver y sentir duro, erecto y caliente dentro de mí. 

Mis manos se movían casi sin control, como si no  fuera yo la dueña. Sumergida en esa vorágine de sentimientos y en mis pensamientos, llegaba un orgasmo tras otro, no podía parar,  no quería parar.

No se cuanto tiempo duró, pero cuando regresar a la realidad, estaba pletórica. Se me habían quitado todos mis males  y había tomado una decisión.
Me daba igual lo que pasara, pero tenía que llamarle, solamente debía encontrar el momento.
 
Pasaron varios días, y poco a poco me fui tranquilizando y racionalizando todo. Fruto de toda mi excitación, follé con mi marido esos días más que nunca, con lo cual él estaba encantado, claro.

Un dia, mirando el móvil, buscando un número de teléfono, de repente lo vi... su número y sin pensarlo ni un segundo le di a el botón de llamada.

Mientras escuchaba los tonos  mi corazón se aceleraba más y más, como si se me fuera a salir por la boca. 

Entonces una voz….¿Eva? y el mundo se paró.

sábado, 26 de mayo de 2012

PENSANDO EN ELLA



Todos los días  me despertaba pensando en ella. Llevaba tiempo dándole vueltas a nuestro excitante encuentro en aquella cafetería. Mi obsesión por volver a verla me llevó a que diariamente me acercara por el banco donde la conocí o entrar a mirar dentro del café. Pero nada, ni rastro.

Como todos los sábados decidí  irme al bar de copas donde a menudo me veo con mis amigos. Me encontraba bastante cansado y mis amigos no hacían más que preguntarme qué me pasaba. En un momento dado fui a la barra para pedir algo de beber.

Entonces la vi. Estaba al otro lado, mirándome. Un subidón de adrenalina hizo que mi cansancio se esfumara. Había plan. Nos sonreímos… pero ella se volvió y se fue, no sé si huyendo de mí o pidiendo que la siguiera. Me decidí por esta segunda opción.

La encontré sentada en un sofá y me acerqué sin más…la cogí de la mano.


- ¿Tomamos algo?, le dije.Sin contestar se levantó y se fué detrás de mí.
- No podemos seguir viéndonos así, me dice.
- Tienes razón, contesto riéndome, nervioso.
- Vamos a empezar de cero, ¿te parece? Hola, me llamo Eva, ¿y tú?
- Yo soy David, y estoy encantado de volver a verte, he pensado mucho en ti, en la última vez que nos encontramos.
- Yo también.

Sigo cogido a su mano, la acaricio en un intento de obtener una respuesta. Noto como se estremece. Cuando me propone irnos de allí, lo primero en que pienso es que aquella noche de nuevo voy a disfrutar sexo con ella.

Salimos del bar y en cuanto llegamos a una esquina me paro y la abrazo, comienzo a besarla, los dos ansiosos nos comemos la boca, apasionadamente.

Aprieto mi cuerpo contra el suyo, me estremezco de placer. Mi pene está tan duro que temo que le parezca mal. Pero ella  responde apretando aún más, a la vez que acaricia mi espalda.

No podemos quedarnos allí, pasa mucha gente. Así que acordamos ir a una playa cercana a la zona. Mientras vamos aprovechamos para hablar. La noto un poco angustiada y  me dice que no debería estar haciendo esto,  pero confiesa  que hay algo en mí que se le  hace irresistible, que el desear estar conmigo es algo que no puede controlar.

Llegamos a la playa y nos sentamos, sin decirnos nada nos miramos. Yo quiero lanzarme a comerle aquellos labios, pero hay algo en su mirada que me detiene. Espero y de repente es ella la que se lanza, comenzando a besarme. Me excita ver cómo otra vez toma la iniciativa.

Después suavemente me empuja para que me tumbe en la arena. Sigue  besándome pero esta vez baja su boca hacia mi cuello e introduce su mano por dentro de mi camisa acariciándome el pecho, recorriendo después el resto de mi cuerpo. Yo me dejo hacer. Noto que su respiración va  a más, que sus manos ya no  acarician suavemente  sino que lo hacen con fuerza, como si quisiera analizar mis músculos uno a uno.

Ahí no para la cosa… desabrocha mi camisa, lentamente, y comienza a besarme el pecho, a chuparme los pezones. Son mi punto débil, no puedo evitar estremecerme, ella lo nota porque redobla sus mordisqueo. Siento deseos de acariciarla así que deslizo mis manos por su espalda, aún no me atrevo a tocarle el culo, pero no puedo resistir el meter mi mano por debajo de su falda y acariciarle la parte interior de sus muslos, cálidos y suaves. No sé si inconscientemente o no pero cuando me dirijo hacia su entrepierna ella responde apretando los muslos y atacando de nuevo mi boca, pero esta vez de una forma furiosa.Jadeante le meto la lengua hasta el fondo. Estamos tan calientes… noto su mano sobre mi paquete, lo palpa con fuerza. 

Lo deseaba tanto, dejo que me sobe esperando que meta su mano por la bragueta y la saque dispuestos a comenzar el festín…pero bruscamente se para y me mira diciéndome:

-Perdóname, no puedo seguir… , me gustaría que nos viéramos otro día. Espero que no te moleste, pero mis amigas están ahí al lado, y si me vieran imagínate lo que pasaría.

Tenía tal cara de angustia que se me bajó todo de repente. Por mi mente pasaron imágenes de otras situaciones parecidas en las que alguna chica me había dejado a medias. Pensé que era otra de tantas. Pero había algo en Eva que la diferenciaba de las demás. 
Su cara reflejaba tanto deseo como el mío, pero quizás no era el momento. Así que esbocé una sonrisa, la abracé para tranquilizarla y le dije que no me importaba, que lo comprendía, pero que aquello no podía acabar así, que necesitaba verla otra vez. Ella también lo deseaba así que nos dimos los números del móvil, con la promesa de llamarnos.

Así que se fue, dejándome tirado en la arena, pensando en lo que había pasado. Esta vez no había acabado la cosa como en la cafetería.  Pero al menos sabía que esta no iba a ser la última ocasión en que la vería.

Eso sí, al llegar a casa debería tomar medidas para que el dolor de mis genitales no fuese a más.


jueves, 17 de mayo de 2012

HECHIZADOS


Ha pasado algún tiempo desde mi encuentro furtivo con aquel chico en una cafetería. Siempre lo tengo presente en mi cabeza y a veces me recreo con los detalles. En el fondo deseo volver a verle, al menos encontrármelo aunque él no me vea o no me reconozca, que por otro lado será lo más posible.

Pero hace unos días, salí con un grupo de amigas a celebrar un cumpleaños y nos fuímos a tomar algo después de cenar a un pub que estaba repleto de gente, casi no nos podíamos mover. Yo estoy a lo mío, bailando y disfrutando como hace mucho que no lo hacía, necesitaba salir y desconectar de todo.

Me apoyo en la barra para otear el horizonte, para ver qué tipo de gente anda por allí. De repente veo una cara conocida. No sé de qué me suena, ¿Quién es?, ¿de qué lo conozco?

Intento acercarme a él para verlo mejor, paso entre la gente sin quitarle ojo y cuando estoy a unos metros el corazón se me para, se me acelera la respiración y casi no puedo mantenerme en pie. ¡Es él, no me lo puedo creer!

Es aquel hombre misterioso de la cafetería, me quedo mirando para él como una tonta. Entonces se da cuenta de mi presencia y me mira. Creo que se quedó tan flaseado como yo. Nos miramos y sonreímos.

Me giro y me marcho, no me atrevo a acercarme.

Pero mientras le doy vueltas a la cabeza pensando en vover a él antes de que desparezca de nuevo, veo que viene hacia mí. Me coge la mano y me dice hola. Levanto la mirada algo avergonzada y me encuentro con sus ojos marrones, tan expresivos como los recordaba.

¿Tomamos algo?, sin decir una palabra me levanto de la silla y le sigo, me lleva de la mano entre la gente y yo solo soy capaz de mirarle.

-No podemos seguir viéndonos así- bromeo y él se ríe. –Tienes razón-
-Vamos a empezar de cero, ¿te parece? Hola me llamo Eva, ¿y tú?
-Yo soy David, y estoy encantado de volver a verte, he pensado mucho en ti, en la última vez que nos encontramos.
-Yo también.
Tenemos una pequeña conversación, pero mientras hablamos nos miramos a los ojos y nos cogemos las manos. No sé si se da cuenta pero mientras me acaricia las manos medio a escondidas, me estremezco. Solo el sentir su contacto, el tenerle cerca y el poder olerle de nuevo ya me excita. La escena de la cafetería vuelve a mi cabeza una y otra vez. Y de repente lo único que me sale de la boca es: –Vámonos de aquí-

Salimos del pub, ni siquiera me despido de mis amigas, no me acuerdo de ellas para nada. Cuando llegamos a la esquina se para, me mira, y me besa. Por supuesto no me resisto, era algo que estaba deseando hacer desde que le vi. Nuestras bocas se juntaron con tanta pasión que nuestros cuerpos temblaban, podía notar lo excitado que estaba.

Disfrutamos de ese beso durante un largo rato, nos abrazamos y recorro su espalda con mis manos. Parece un sueño.

Seguimos caminando, despacio, la noche es clara y llena de estrellas así que decidimos acercarnos a la playa.

Hablamos y hablamos de montones de cosas, me pregunta sobre mí, sobre mi vida. Le cuento que es complicada, y que no debería estar haciendo esto.

Pero es superior a mí, le digo: –No sé qué me pasa contigo, pero no me puedo resistir, ni siquiera me planteo si esto está bien o mal, solo reacciono, y te aseguro que no lo que suelo hacer-.

Nos sentamos en la arena, en la orilla y nos acariciamos, mirándonos a los ojos, no podemos quitar la vista el uno del otro, es como si estuviéramos hechizados.

Le cojo la cara suavemente y le beso, como si tuviera miedo de que desaparezca. Me mira y me sonríe, me dice que nunca había encontrado a alguien como yo.

Mi cuerpo hierve de pasión y de deseo, le acaricio el pecho  y le beso el cuello. Dios mío, huele tan bien…, no me puedo resistir y le tumbo en la arena. Recorro con mis manos todo su cuerpo, poco a poco, memorizando todos sus músculos, le miro y sé que me desea. Me siento la mujer más sexy del mundo.

Le desabrocho la camisa y recorro con mi lengua su pecho, despacio, recreándome en sus pezones, siento cómo se estremece. Mientras, él me acaricia todo el cuerpo, recorre mi espalda y siento sus manos calientes y fuertes en mis muslos.

Me gusta su sabor, es dulce y amargo, sigo besándole, pero necesito notar sus labios, así que vuelvo a su boca carnosa y suave y noto su lengua dentro de mí, fuerte,  no puedo dejar de besarle. 

Bajo mis manos por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, y me encuentro con su miembro, tan excitado, tan erecto. Aquello me pone a cien, creo que no voy a resistirlo.

De repente me paro, ¿Qué pasa conmigo?, David se me queda mirando, no entiende nada.

-Perdóname, no puedo seguir, me gustaría que nos viéramos otro día. Espero que no te moleste, pero mis amigas están ahí al lado, y si me vieran imagínate lo que pasaría.

Sonríe, yo suspiro con alivio, me abraza y me dice que no importa. Nos damos los números de móvil, y quedamos que en cuanto cualquiera de los dos lo necesite, nos llamamos.

Me despido con un gran beso diciéndome a mí misma que soy idiota. Él se queda sentado en la playa, pensando. Espero que me llame, con toda mi alma. 

lunes, 7 de mayo de 2012

AL LLEGAR A CASA


Aquel día nunca lo olvidaré. Al llegar a mi casa seguía en una especie de nube, nube de asombro y estupor. Me  tengo por un hombre experimentado, me he acostado con un montón de chicas pibón, creí que lo había probado todo. No  me puedo creer lo que he hecho.

He flirteado miles de veces, me he dedicado casi toda la vida a ligar y en la mayoría de la veces me las he llevado a la cama… pero no puedo entender lo que me pasó  en aquel cajero y verla. El estar cerca de ella, el olerla, el imaginarme qué habría debajo de aquel vestido, esa sonrisa… no sé por qué me he puesto así.    

Algo emanaba de aquella mujer. A primera vista era una mujer normalita, puede que hasta vulgar… pero algo la hacía irresistible para mí. Pero no sabía qué.

Solo una idea rondaba por mi cabeza: tienes que tirártela. Ahora entiendo por qué la seguí hasta el bar. Apenas me acuerdo de cuando me senté a su lado y comenzé a meterle mano, así sin más. Lo he hecho en muchos lugares públicos, considero que tiene su morbo,  pero generalmente en sitios escondidos y oscuros,  más que nada porque ellas no se dejan hacerlo en otro lugar. 

Y sin embargo ella no puso reparos a hacerlo allí, en un café, donde cualquiera podría vernos. ¿Sentiría tanto morbo como yo? Está claro que nuestro deseo pudo más que la vergüenza.


Y para qué hablar del polvo que echamos en el baño.  Aún recuerdo su aliento sobre mi cuello cuando me lo besaba, el dulce sabor de su boca, la sensación de verme poseído por unos labios que succionaban mi lengua una y otra vez, aquella mano que liberó mi polla que ya pedía guerra, aquellos dedos que acariciaron mi glande suavemente que me produjeron espamos que nunca antes habia conocido. Yo me dejaba hacer, me encantaba que por una vez una chica llevara la inciativa.Sólo deseaba que aquello no acabase, quería disfrutar de cada segundo de placer que aquella desconocida me estaba proporcionando. Los dos nos mirábamos, complices, jadeando al unísono. estaba a punto de correrme.
Ella se dio cuenta y dando un salto se colgó de mí para que finalmente la penetrara, ofreciéndome aquel coño que de una forma imperiosa me ordenaba entrar hasta el fondo. Así lo hice una y otra vez hasta que por fin ella soltó un largo y excitante gemido que anunció su orgasmo.


Cómo me resistía a acabar hasta que ya no pude más y me corrí, sin control, haciéndome gemir de una manera desconocida para mí, por su intensidad. Creí que me moría cuando ella siguió moviéndose ansiosa, impidiendo que sacase mi pene de dentro, supongo que intentando disfrutar hasta el final de la dulce sensación de mi semen dentro de su vagina.


Ahora, tirado en el sofá, mi mente no puede parar de proyectar esas imágenes, una y otra vez. Siento que necesito repetirlo. Mi excitación sube por momentos al recordarlo. Necesito masturbarme o me volveré loco… Meto mi mano… , pienso en ella, solo en ella… casi puedo sentirla de nuevo junto a mí, cogiéndome el pene, acariciándo su punta con lo dedos, besándome, puedo sentir la placentera sensación de mi polla poseyéndola una y otra vez, a punto de explotar. Vuelvo a olerla… la beso, se la meto una y otra vez y… ummmm.

Tengo que volver a verla. No puedo quedarme así. Necesito tocarla, besarla, follármela hasta que este embrujo que me ha echado se vaya. Si no lo hago me voy a volver loco.

CASI NO RECUERDO CÓMO LLEGUÉ A CASA



La verdad es que casi no recuerdo como llegué a casa, me temblaban las piernas, no podía pensar con claridad. ¿Qué he hecho?.¿Que me está pasando?. Eran las únicas palabras que rondaban por mi cabeza.

Me considero una mujer con los pies en la tierra, nunca había hecho algo así. Ni siquiera había dejado que nadie me tocase, nI en público ni en privado. Solo mi marido.

Pero hoy…al sentirle tan cerca, al poder sentir sus manos sobre mi piel. Su olor, su ternura al tocarme, al mirarme….

Algo se movió dentro de mí, algo hizo que me quitara la máscara y que me mostrara tal como soy, solo podía pensar en ser suya, en que me hiciera suya.

Aún podía olerle, aún tenÍa marcadas sobre mi piel sus manos y aún le podía sentir dentro.

Tenía todavía sus marcas en mi ropa, su olor en mi piel y su sabor en mi boca. Siento deseos de repetir, de salir ahora mismo  y buscarle, a lo mejor sigue por la zona. Pero no, mejor no.

Me tocaba los labios y recordaba sus besos, me quité el vestido y lo miré, creo que no podré deshacerme de él nunca y que siempre que lo utilice recordaré lo ocurrido.

Tengo una extraña sensación, una mezcla de sentimientos. Por un lado me siento culpable, pienso “no debería haberlo hecho, ¿y si alguien nos vio?, ¿y si se entera mi marido?”, fruto de mi acusado sentido de responsabilidad que normalmente no me deja hacer lo que deseo realmente.

Pero me siento tan bien, tan plena, tan mujer, es como si hubiera tenido una experiencia fuera de mi cuerpo, como si hubiera visto una película.

Pero no, era yo, la que estaba tirándose a un hombre en el baño de una cafetería, realmente era yo, por una vez, era yo la que incumplía las normas.

Me gustaría volver a verle,  quiero verle de nuevo. Quiero saber su nombre, cómo es cómo habla, a qué se dedica, quiero saber todo de él.

Me doy una ducha mientras disfruto de mis pensamientos. Pero entonces decido olvidarlo, pasar página. “Seguramente no nos volveremos a encontrar” pienso con tristeza.

Sigo con mi rutina, la casa, los niños, la comida, el trabajo, pero durante días solamente él estaba en mi cabeza. No era capaz de pensar en nada más. Le buscaba en cada rincón, pasaba cuando podía por el cajero, por la cafetería. Me metía en el baño y recordaba aquel polvo.

 
Pero pasaron los días, y poco a poco aquel recuerdo se fue difuminando. 

De vez en cuando pienso “Me gustaría verle”. Y a veces en la soledad de la noche, siento un deseo irreflenable de besar esos labios de nuevo.  Creo que me voy a volver loca.

Lo dejo pasar, y sigo con mi vida. En la radio suena “Nuestro amor será leyenda” y una lágrima resbala  por mi mejilla.
 

miércoles, 2 de mayo de 2012

CÓMO CONOCÍ A EVA


Aquel día me levanté con ganas de pegarme una buena ducha. Había pasado mucho calor y apenas pude dormir.Fue una noche de esas en que solo piensas en sexo, rememorando escenas eróticas ya pasadas. Así que me metí en al agua esperando me bajase la calentura.
Después de ducharme y como aún tenía mucho calor, decidí bajar a dar un paseo y hacer algunos recados, entre otros ir al banco a sacar dinero.
Por el camino no pude dejar de fijarme cómo las chicas, sobre todo las jovencitas, habían aprovechado los primeros calores para vestirse con la ropa de verano. Pantalones cortos, falditas y vestidos ligeros...

Al entrar en el banco me dirijí a uno de los cajeros. Delante de mí estaba ella. Llevaba un vestidito menudo y vaporoso que dejaba imaginar todo lo que había debajo. Además el sol que entraba por una de las ventanas que estaba delante de nosotros  producía un contraluz  a través de  la ropa,  dejando  entrever  la estilizada silueta de su cuerpo, incluso podían adivinarse sus braguitas , que eran de color blanco.No pude evitar mrarla de arriba abajo.


Ella sabía que lo estaba. En un momento dado  se llevó la mano a la rodilla para levantar un poco el vestido  en un gesto de coquetería que me hizo estremecer de placer.


Mientras esperábamos me acerqué más a ella por detrás, podía sentir su seductor olor corporal. Ví que se alertó un tanto por mi proximidad, así que me detuve y noté que se tranquilizó, pero no hizo ningún ademán de alejarse, dándome a pensar que la situación le gustaba.


Sacó su dinero y dándose  la vuelta me miró sonriéndome, yo le devolví la sonrisa. Salió del cajero y continuó su camino. La seguí con la mirada y pude ver cómo entraba en una cafetería cercana. Rápidamente saqué mi dinero y me dirigí hacia allí.


Entré en el local. Estaba sentada en una mesa tomándose un café con hielo. Ella no me vio así que pude recrearme observando sus gestos, su forma de tomar el café, sorbiéndolo con una sensualidad que me atrajo mucho.


Sin pensarlo dos veces me acerqué a ella y le dije “¿puedo sentarme?”. Al principio me miró con un gesto de duda  e indecisión, pero finalmente me dijo que sí. Me senté a su lado con una cerveza en la mano y la miré. No hablamos.


Desde esa posición pude ver que tenía un atractivo rostro y unos sensuales labios que estaban pidiéndome a gritos que me los comiese.


La mesa era pequeña y estábamos bastante juntos. Ella tomaba su café y hacía como que no  pasaba nada. Pero yo notaba su calor corporal y su respiración que empezaba a ser agitada. No pude esperar más y me arriesgué. 


Puse mi mano sobre  su rodilla. Dio un pequeño salto de sorpresa y pude vislumbrar una ligera sonrisa en sus labios. Seguí subiendo por la pierna, por el muslo, despacio. Tenía la piel suave y caliente.


Seguí subiendo y llegué a la altura de sus braguitas. Ahí pensé que me iba a impedir seguir pero no se resistió; la acariciaba suave, lentamente, de vez en cuando nos mirábamos, con mis ojos yo le pedía permiso, y ella me lo daba.


Por fin, el paso más delicado, metí mi mano  debajo de las braguitas y la llevé hasta la entrepierna. Ella las abrió un poco para que llegara bien, eso me  provocó tal excitación  que mi pene, que ya estaba para entonces bastante animado, s e hinchó de tal manera que pensé me iba a correr allí mismo.  Noté que ella estaba mojada y tan excitada como yo. En ese momento creo que no  nos importaba que alguien nos pudiera ver.


Poco a poco llegué al centro, estaba húmedo y caliente.Con mis dedos localicé  enseguida su clítoris; en cuanto lo toqué pegó un salto, tapándose la boca para no  dejar escapar un gemido  y me miró, a la vez que se relajaba en la silla, abriendo un poco más sus piernas y dejándose hacer.


Yo la miraba y sonreía, no sé cómo fue exactamente, pero sé que tuvo un orgasmo en silencio, pues se estremeció de arriba abajo, mordiéndose los labios. Sus mejillas estaban rojas, como si tuviera mucho calor. Yo no sabía si le apeteceria  seguir o todo habría acabado ahí.


De repente  se levantó  y  me miró para que la siguiera. Por supuesto no pude  resistirme a su llamada .Nos metimos en el baño.


En cuanto entramos nos besamos, los dos estábamos muy calientes. Cuando la besaba sentí que mi pantalón estaba a punto de explotar. Me arrimé y me restregué sobre su cuerpo, me apetecía que me la tocara pero no lo hizo.

Ella me paró, me miró a los ojos y mientras me pasaba la lengua y los labios por el cuello me desbrochó poco a poco el pantalón, por supuesto no me resistí. La sacó de su escondite y  dejé que sus manos recorrieran mi polla, dura y caliente, creo como nunca la había tenido antes.


Empezó a tocarla suavemente con la punta de sus dedos, mientras nos besábamos apasionadamente; su boca y la mía era solo una, no nos podíamos separar, estábamos prácticamente pegados.


Entonces le cogí las manos y  la  sujeté por las muñecas contra la pared, la besé en el cuello y bajé  hasta el pecho. La levanté en el aire y con las manos aparté sus braguitas para poder metérsela.


Y lo hice, hasta el fondo y de una vez. Gritó. Me movía rítmicamente y sentía como mi polla entraba y salía sin ninguna dificultad,  Nos dábamos golpes contra la pared del baño, pero no me importaba. Solo quería que aquello no parase, quería metérsela una y otra vez.


Tuvo un orgasmo, su cuerpo se estremeció de tal manera que casi se cae al suelo, era como si las piernas le fallaran.


Pero yo no había terminado, seguía empujando, y seguía. Noté que ella también quería más.


Hasta que me corrí, senti como mi semen caliente  salía desbocado y cómo se deshacía dentro de ella. Creo que esto la excitó mucho pues volvió a estremecerse  y con delicados  pero contundentes espasmos su coño impedía que mi pene saliese de él.
Quedamos agotados, satisfechos, y poco a poco nos separamos. Le dí un último beso y le dije “espero volver a verte”.
Ella me sonrió. 


Me fui dejándola allí, colacándose las braguitas y su vestido arrugado. Me sentía extraño, mis piernas  flaqueaban  tras  el esfuerzo. Estaba en una nube. La camarera y varios clientes me miraron con cara de reprobación  al verme salir, desaliñado y con el rostro descompuesto.


Cuando iba de vuelta a  casa  no dejaba de pensar en aquellos labios, en aquellas suaves piernas, y sobre todo en ese coñito y esas manos  que me habían dado tanto placer.


Aquel día decidí que no podría vivir sin volver a repetirlo con ella.