Después de dejarle en medio de la playa, solo
y con ganas de más, mi cabeza no paraba de pensar. Al día siguiente me
encontraba fatal, como si me hubieran dado una paliza y con mis sentimientos a flor de piel. Solo podía
pensar en él.
Iba por la casa como una zombi, no me podía
concentrar en nada. En mi mente imaginaba como tendría que haber terminado
aquel encuentro inesperado pero tan deseado.
Nada podía quitármelo de la cabeza, ni los
niños, ni la música, ni siquiera los besos y caricias de mi marido. Lo único
que conseguía era que le tuviera más presente.
Me di una ducha, para ver si conseguía centrarme en mi vida de nuevo. Mientras
estaba debajo del agua caliente, solamente podía pensar en sus manos
recorriendo mi cuerpo, tocando mis muslos por debajo de mi falda. Y de nuevo
ese sentimiento de arrepentimiento. Pensaba que no querría saber nada más de
mí, que no querría volver a verme.
Pasaba la esponja suave y caliente por mi
piel, y cerraba los ojos, pensando en el. Sin quererlo me excité tanto como si
le tuviera delante. ¿Tal vez si no le
hubiera probado, si aquel primer encuentro no hubiera sucedido? ¿Si solamente
fuera un conocido…? Pero no, sabía perfectamente que era algo más, una
atracción tan fuerte como dos imanes que no pueden evitar juntarse.
Me encerré en mi habitación con la excusa de
que necesitaba descansar, que no me encontraba bien. Pedí que nadie me
molestara.
Me eché en la cama, mi piel estaba completamente erizada y mis entrañas lo llamaban a gritos. Comencé a recrearme en mis pensamientos, a recordar cada momento y cada segundo de contacto con su piel, de saborear sus labios, de acariciar su pecho…
Sin apenas ser consciente mis manos
comenzaron a ser las suyas, le sentía cerca de mí. Recorría mi cuerpo de nuevo y
si cerraba los ojos era capaz de sentir su aliento. Estaba muy
caliente y solo quería tenerlo dentro de mí. Poco a poco metí los dedos en mi vagina, y acariciaba mi
clítoris, despacio. Pensaba, ¿Por qué no estas aquí?
Mi boca entreabierta esperaba que la besara, ansiosa de recibirle, y mi lengua quería recorrerle de nuevo y saborearle de nuevo. Quería volver a chuparle entero, desde el cuello hasta su pene, que podía ver y sentir duro, erecto y caliente dentro de mí.
Mis manos se movían casi sin control, como si no fuera yo la dueña. Sumergida en esa vorágine de sentimientos y en mis pensamientos, llegaba un orgasmo tras otro, no podía parar, no quería parar.
Mi boca entreabierta esperaba que la besara, ansiosa de recibirle, y mi lengua quería recorrerle de nuevo y saborearle de nuevo. Quería volver a chuparle entero, desde el cuello hasta su pene, que podía ver y sentir duro, erecto y caliente dentro de mí.
Mis manos se movían casi sin control, como si no fuera yo la dueña. Sumergida en esa vorágine de sentimientos y en mis pensamientos, llegaba un orgasmo tras otro, no podía parar, no quería parar.
No se cuanto tiempo duró, pero cuando regresar
a la realidad, estaba pletórica. Se me
habían quitado todos mis males y había
tomado una decisión.
Me daba igual lo que pasara, pero tenía que
llamarle, solamente debía encontrar el momento.
Pasaron varios días, y poco a poco me fui tranquilizando y racionalizando todo. Fruto de toda mi excitación, follé con mi marido esos días más que nunca, con lo cual él estaba encantado, claro.
Un dia, mirando el móvil, buscando un número de teléfono, de repente lo vi... su número y sin pensarlo ni un segundo le di a el botón de llamada.
Mientras escuchaba los tonos mi corazón se aceleraba más y más, como si se me fuera a salir por la boca.
Entonces una voz….¿Eva? y el mundo se paró.