Cuando Eva
se puso a bailar delante de mí de aquella manera pensé que había estado engañándome todo este tiempo. No podía ser
que no lo hubiera hecho antes. Me gustaba ir a los club nocturnos a ver bailar
a las gogós y puedo decir que nunca había visto algo tan sensual. Quizás al
principio se la veía un poco nerviosa pero a medida que se iba calentando, sus movimientos se hicieron cada vez más sensuales. Entonces empezó a quitarse la ropa.
Cuando se
quedó totalmente desnuda ante mí, con las piernas abiertas , mirándome con aquella cara de deseo,
ofreciéndome su apetitoso coño … pensé
que iba a perder totalmente el control.
Cuando vi que se había parado, esperando sin duda a que yo
tomase alguna decisión, no lo dudé dos segundos, me quité los pantalones y los calzoncillos. Al hacerlo mi polla
salió disparada. Estaba dura como hacía tiempo no la tenía. Un hilillo de semen
resbalaba por mi glande.
Me acerqué y la levanté, abrazándola contra mí. Al notar mi dura polla contra su cuerpo Eva dio un brinco y ágilmente se subió a mi cuello. Pensé que quería se la metiese ya, allí de pie. Pero yo no estaba dispuesto a acabar con un polvo rápido. Así que la bajé
y recostándola entre los cojines del sofá comencé a besarla lenta, dulcemente. Por un lado quería follármela ya y sé que ella también lo
estaba deseando, pero decidí intentar
dilatar aquel momento tan placentero.
Notaba a Eva
un poco confundida, no se esperaba que yo
hiciera aquello. Para que no se desesperara abrí sus piernas e introduje suavemente un dedo en su
coño. Eva no aguantaba más, me cogió la mano y empujó mis dedos dentro de su vagina. Comencé a masturbarla y noté cómo al poco rato se corría
suave, delicadamente.
Entonces se reincorporó y sin dejar de comerme la boca se puso encima de mí, a
horcajadas. Mi polla enseguida estuvo dentro de su cálido
coño. Ella llevaba el ritmo. Su cara enrojecida y sus gemidos anunciaban que se
iba a correr de nuevo, sin esperar por mí. Así lo hizo.
Yo tenía dificultad
para correrme en esa postura así que me levanté y senté en el sofá. Noté que se
molestó un poco con el cambio pero
enseguida volvió a estar cabalgando encima de mí. Esta vez se empezó a mover de tal manera que con su coño agarraba firmemente
mi polla y con sus movimientos pélvicos hizo que yo no pudiera controlar más.
Me
lancé a las tetas que tenía ante mí, chupando como un poseso sus tiesos pezones.Eva aumentó entonces el volumen de sus gemidos. Ya no pude más, me
corrí. Noté cómo ni semen salía
disparado dentro de su vagina. Sabía que a ella esto le daba mucho placer. Siguió con sus
orgasmos, y no soltaba mi pene, haciendo que mi corrida se alargase más de lo
aconsejable pues llegó un momento que empecé a sentir dolor. Eva lo notó y
relajó su presión.Pese a ello siguió montada encima de mí, disfrutando de sus últimos orgasmos.
Después del último, descabalgó y se echó a mi lado. los dos caímos exhaustos en el sofá. Estuvimos un rato
abrazados, besándonos y recuperando el aliento. Eva me miró y dijo:
-La semana que
viene es navidad. Tendremos que dejar de vernos hasta después de las fiestas.
-¿Eh? Son
casi tres semanas.
-Ya sabes,
las compras, las cenas, las fiestas…
-¿Y no podríamos
vernos aunque sea por semana?
-Mejor no.
Además creo que nos vendrá bien separarnos unos días.
-¿No será
que ya estás cansándote de mí?
-¡NO! Todo
lo contrario David, pienso que quizás estemos colgándonos demasiado el uno del otro ¿Te acuerdas del trato? Sólo
sexo.
-No sé si
podré aguantar tanto sin verte.
-Querrás
decir sin… follarme. Se rio. Yo también
lo hice.
-Lo que
quieras. Reconozco que me tienes loquito.
Eva y yo nos
besamos como si el mundo se fuera a acabar en ese momento. Yo empecé a
animarme de nuevo, pero Eva me detuvo.
-Es tarde
tengo que irme. Voy a ducharme.
-¿Quieres
que nos duchemos juntos?
-Noooo, que
después pasa lo que pasa.
-Una ducha
rapidita, a modo de despedida. La miré con tal cara de desamparo que Eva dijo:
-Bueeeno,
qué pesadito te pones, pareces un niño.
Se
levantó y tiró de mí hacia ella. Yo la abracé y empecé a besarla. Metiéndonos
mano mientras caminábamos nos metimos en la ducha. Al rato ya estábamos enjabonándonos mutuamente. Ella se dejaba hacer, sin decir una palabra. Me
miraba a los ojos y a medida que me acercaba a su sexo su cara demostraba más
placer, al igual que yo.
Mi polla volvía a estar guerrera. Eva se recreó con ella,cogiéndola con su mano comenzó a masturbarme. Creí que iba a llegar hasta el final, pero no, cuando vio que estaba a punto de caramelo la soltó y siguió su recorrido hacia bajo, enjabonándome entre las piernas.
Para quitarnos el jabón nos abrazamos y dejamos que el agua corriera por nuestros cuerpos. Todo era muy sutil, muy delicado, hasta que por fin Eva se decidió y
poniéndose de rodillas comenzó a chupármela como ella sabía hacerlo. Yo estaba a tope.Egoístamente
dejé que me la mamara. Entonces, ella comenzó a tocarse. Esto me excitó tanto que
decidí que no me conformaría con una simple paja. Quería follármela, por donde fuera. Me agaché y cogiéndola por la cintura la
puse de espaldas a mí.
Me acerqué por detrás y comencé a metérsela por el culo.
La humedad de nuestros cuerpos facilitó el que rápidamente mi polla estuviera
totalmente dentro, sin que Eva tuviera tiempo a reaccionar. No se resitió, todo lo contrario, comenzó a mover su culo y a gemir ruidosamente. Estuvimos un rato aguantando, hasta que esta vez sí, nos
corrimos a la vez. Nos quedamos en esa postura un buen rato hasta que mi polla empezó a relajarse. Cuando se salió Eva
dio un pequeño gemido de placer a la vez que me decía:
-Otra vez
llego tarde por tu culpa.
-¿Por mi
culpa?
Se dio
la vuelta y riéndose me besó:
-Tonto.
Venga, vete, tengo que acabar de lavarme.
Así lo hice
y esperé a que Eva acabara. Salió del baño y entró en la habitación para
vestirse. Estuvo un buen rato. Al salir me dijo:
-Bueno
David, como ya no nos veremos, Felices Fiestas. Por cierto te he dejado un
regalo encima de la cama, para que te acuerdes de mí estos días.
-Pero yo no
tengo nada para regalarte.
-No te
preocupes. Ya lo he cogido yo. Y se fue después de darme un largo y cálido beso. Pórtate bien, remató.
Cuando cerré
la puerta vinieron a mi cabeza sus palabras: ”quizás estemos
colgándonos demasiado el uno del otro”. Tenía
razón. Aunque había iniciado y continuado
mi relación con ella meramente por sexo, y debo decir que con ninguna
mujer había sentido tanto placer, el pensar que no la iba a ver en tres semanas
me había puesto triste.
Corrí hacia mi habitación para ver a qué se refería
con el regalo: allí estaban, encima de la cama, el camisón que le había
regalado y… ¡sus bragas! Ummm las cogí
inmediatamente y me las llevé a
la nariz , aspirando su olor. Aún estaban húmedas.
Después me
pregunté qué es lo que habría cogido ella. Al ir a vestirme lo supe. Se había
llevado mis calzoncillos.