Ha pasado algún tiempo desde mi encuentro
furtivo con aquel chico en una cafetería. Siempre lo tengo presente en mi
cabeza y a veces me recreo con los detalles. En el fondo deseo volver a verle,
al menos encontrármelo aunque él no me vea o no me reconozca, que por otro lado
será lo más posible.
Pero hace unos días, salí con un grupo de amigas
a celebrar un cumpleaños y nos fuímos a tomar algo después de cenar a un pub que estaba
repleto de gente, casi no nos podíamos mover. Yo estoy a lo mío, bailando y
disfrutando como hace mucho que no lo hacía, necesitaba salir y desconectar de
todo.
Me apoyo en la barra para otear el horizonte,
para ver qué tipo de gente anda por allí. De repente veo una cara conocida. No sé
de qué me suena, ¿Quién es?, ¿de qué lo conozco?
Intento acercarme a él para verlo mejor, paso
entre la gente sin quitarle ojo y cuando estoy a unos metros el corazón se me
para, se me acelera la respiración y casi no puedo mantenerme en pie. ¡Es él,
no me lo puedo creer!
Es aquel hombre misterioso de la cafetería,
me quedo mirando para él como una tonta. Entonces se da cuenta de mi
presencia y me mira. Creo que se quedó tan flaseado como yo. Nos miramos y sonreímos.
Me giro y me marcho, no me atrevo a
acercarme.
Pero mientras le doy vueltas a la cabeza
pensando en vover a él antes de que desparezca de nuevo, veo que viene hacia mí. Me coge
la mano y me dice hola. Levanto la mirada algo avergonzada y me encuentro
con sus ojos marrones, tan expresivos como los recordaba.
¿Tomamos algo?, sin decir una palabra me
levanto de la silla y le sigo, me lleva de la mano entre la gente y yo solo soy
capaz de mirarle.
-No podemos seguir viéndonos así- bromeo y él se ríe. –Tienes razón-
-Vamos a empezar de cero, ¿te parece? Hola me
llamo Eva, ¿y tú?
-Yo soy David, y estoy encantado de volver a
verte, he pensado mucho en ti, en la última vez que nos encontramos.
-Yo también.
Tenemos una pequeña conversación, pero
mientras hablamos nos miramos a los ojos y nos cogemos las manos. No sé si se da
cuenta pero mientras me acaricia las manos medio a escondidas, me estremezco.
Solo el sentir su contacto, el tenerle cerca y el poder
olerle de nuevo ya me excita. La escena de la cafetería vuelve a mi cabeza una
y otra vez. Y de repente lo único que me sale de la boca es: –Vámonos de aquí-
Salimos del pub, ni siquiera me despido de
mis amigas, no me acuerdo de ellas para nada. Cuando llegamos a la esquina se
para, me mira, y me besa. Por supuesto no me resisto, era algo que estaba
deseando hacer desde que le vi. Nuestras bocas se juntaron con tanta pasión que
nuestros cuerpos temblaban, podía notar lo excitado que estaba.
Disfrutamos de ese beso durante un largo
rato, nos abrazamos y recorro su espalda con mis manos. Parece un sueño.
Seguimos caminando, despacio, la noche es
clara y llena de estrellas así que decidimos acercarnos a la playa.
Hablamos y hablamos de montones de cosas, me
pregunta sobre mí, sobre mi vida. Le cuento que es complicada, y que no debería
estar haciendo esto.
Pero es superior a mí, le digo: –No sé qué me
pasa contigo, pero no me puedo resistir, ni siquiera me planteo si esto está
bien o mal, solo reacciono, y te aseguro que no lo que suelo hacer-.
Nos sentamos en la arena, en la orilla y nos
acariciamos, mirándonos a los ojos, no podemos quitar la vista el uno del otro,
es como si estuviéramos hechizados.
Le cojo la cara suavemente y le beso, como si
tuviera miedo de que desaparezca. Me mira y me sonríe, me dice que nunca había
encontrado a alguien como yo.
Mi cuerpo hierve de pasión y de deseo, le
acaricio el pecho y le beso el cuello.
Dios mío, huele tan bien…, no me puedo resistir y le tumbo en la arena. Recorro
con mis manos todo su cuerpo, poco a poco, memorizando todos sus músculos, le
miro y sé que me desea. Me siento la mujer más sexy del mundo.
Me gusta su sabor, es dulce y amargo, sigo
besándole, pero necesito notar sus labios, así que vuelvo a su boca carnosa y
suave y noto su lengua dentro de mí, fuerte, no puedo dejar de besarle.
Bajo mis manos por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, y me encuentro con su miembro, tan excitado, tan erecto. Aquello me pone a cien, creo que no voy a resistirlo.
Bajo mis manos por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, y me encuentro con su miembro, tan excitado, tan erecto. Aquello me pone a cien, creo que no voy a resistirlo.
De repente me paro, ¿Qué pasa conmigo?, David
se me queda mirando, no entiende nada.
-Perdóname, no puedo seguir, me gustaría que nos viéramos otro día. Espero que no te moleste, pero mis amigas están ahí al lado, y si me vieran imagínate lo que pasaría.
Sonríe, yo suspiro con alivio, me abraza y me
dice que no importa. Nos damos los números de móvil, y quedamos que en cuanto
cualquiera de los dos lo necesite, nos llamamos.
Me despido con un gran beso diciéndome a mí
misma que soy idiota. Él se queda sentado en la playa, pensando. Espero que me
llame, con toda mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario