lunes, 21 de enero de 2013

UN ANGEL EN LA CAMA


Al fin se acabaron las fiestas, terminé verdaderamente harta de comer, beber, y sobre todo de aguantar a la familia. No veía el momento de volver a ver a David, aunque todavía no sabía qué le iba a decir.


A mitad de semana me armé de valor, cogí el teléfono y lo llamé.

- Hola preciosa, precisamente estaba pensando en ti.
- Hola guapo, lo primero feliz año.
-Igualmente, pero dime para que me llamas exactamente.
-Verás, necesito verte, este sábado estoy libre y tengo tantas ganas de estar contigo que ya no puedo esperar más, si quieres...
-No digas más, ¿acaso lo dudas? Bueno, el viernes tengo que trabajar toda la noche, llegaré a casa bastante tarde, así que te dejo la llave debajo del felpudo, así cuando llegue ya te tendré allí, y no hay nada que me haga más ilusión.

-Vale cielo, quedamos así, piensa un poco en mí ¿Vale?
-Constantemente.

Hablar con él siempre me llenaba de seguridad y hacía que mi lívido se disparara, su voz, tan sensual y masculina, me llenaba por completo y me hacía sentir segura de él.

Cuando llegó el sábado me dirigí al apartamento, sin prisa por que sabía que no estaba en casa. Por el camino compré una botella de cava, para celebrar nuestro reencuentro. Llegué a la puerta y levanté el felpudo, allí estaba, la llave del paraíso.
Entré despacio, tenía la sensación de estar invadiendo su privacidad y no me gustaba.

Me dirigí a la cocina y empecé a quitarme el vestido mientras caminaba, poco a poco me fui desnudando, el sujetador, las medias..., me quedé solo con los zapatos y las braguitas de encaje que había comprado especialmente para él.


Dejé la botella de cava en el frigorífico y me fijé que casi no tenía comida dentro, supongo que no parará mucho en casa.


Cuando llegué a la habitación me asusté, estaba dormido en la cama, pensé que aun no estaba. Me quedé parada en el umbral de la puerta observándole con una sonrisa tonta, como una niña que ve sus regalos de reyes.

Estaba encima de la colcha, completamente desnudo, con una toalla cubriéndole parte del muslo. Me imagino que se pegó una ducha y que se quedó frito encima de la cama.
La tenue luz que se filtraba por la ventana y por la cortina creaba un halo especial, parecía una esfinge, una escultura , totalmente irreal a mis ojos.


Sus músculos se marcaban perfectamete dibujados por los rayos de luz que rebotaban en su piel, como si fuera esculpido, tan perfecto...

Tenía las piernas totalmente abiertas y su pene el estaba perfectamente erecto, seguramente fruto de un sueño húmedo. Pensé que a lo mejor soñaba conmigo.

Me acerqué un poco más, despacio, sin hacer ruido y sin dejar de mirarle, de contemplarle, por un momento no podía creer que ese Dios se hubiera fijado en mí, una mujer normal con tantas inseguridades.

Pero sí, estaba allí y esperaba por mí.


Al ver aquella visión , me excité muchísimo, allí lo tenía tan indefenso y tan disponible.
Me senté en la cama, despacio para no despertarle y comencé a acariciarle la cara con la yema de los dedos, muy despacio recorrí todos los ángulos de aquella cara perfecta. Poco a poco fuí bajando por el cuello, luego el pecho, me recreé un poco en sus pezones, seguí hasta el ombligo, los muslos, las rodillas y llegué a sus pies.

Entonces acerqué mi cara a la suya despacio y le besé, su boca entreabierta me dejó paso y mi lengua se adentró en ella suavemente. Seguí recorriendo su piel solo con los labios, a lo largo de todo el cuerpo, despacio, hasta que me encontré con su tesoro brillante, caliente y duro.


Comencé a besarle alrededor suavemente, pero estaba tan excitada y él tan dispuesto que no pude reprimirme y poco a poco me lo metí entero en la boca, hasta el fondo, mmm, qué rico...


Entonces despertó con un profundo gemido, y me miró, yo le miré y los dos sonreímos dulcemente. Puso sus manos en mi cabeza y me acarició el pelo y la cara. Pasó el dedo pulgar por mis labios, luego puso los brazos de nuevo en cruz y simplemente se dejó hacer.


Seguí besando su polla y metiéndomela en la boca, la mordía un poco con los dientes suavemente y cada vez que lo hacía él soltaba un pequeño gemido.


Pero estaba tan excitada, hacía tanto tiempo que no lo tenía dentro que me puse a horcajadas y aparté un poco la parte baja de mis braguitas para dejar al descubierto mi sexo tan húmedo... él entró en mí, lo sentí como siempre tan fuerte, tan dulce, que no pude reprimir un grito de placer, solo de tenerlo dentro ya me hacía estar en el limbo.


Empecé a moverme despacio, sintiendo cada movimiento, cómo entraba y salía de mi, cada vez más rápido, cada vez más profundo. Me cogió por la cintura y se sentó en la cama, yo me dí la vuelta... estábamos los dos frente a frente, con las bocas abiertas  y la mirada inyectada de pasión.




Nos movíamos al unísono, cada vez más fuerte,  una y otra vez. Entonces estallamos juntos en gemidos de pasión, y caímos en la cama agotados, yo encima de él, sobre su pecho, aspirando su aroma.

Me cogió la cara y me la levantó para mirarme a los ojos


-Hola preciosa, te echaba de menos...


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