lunes, 14 de enero de 2013

SESION DE FOTOS



El día antes de reyes me llamaron de la productora para realizar un sesión privada, de retratos, a una mujer. Una clienta primeriza, la cosa será fácil pensé. Cuatro fotos y  está, sin duda no daría para más. Se trataría de la típica sesión para una mujer solterona necesitada de levantar su ego.

Así que me dirigí a la dirección que me dio la agencia. Me abrió la puerta una mujer, de unos cuarenta años, que me sonrió y mandó pasar. Debo confesar que lo primero que me llamó la atención fueron  sus bonitos  ojos,  de color miel, que le conferían  una mirada limpia. Pero también tenía su punto, delicadamente sensual, no lo voy a negar.


Le pregunté dónde quería hacer las fotos y me dijo que en su habitación. Así que me dirigió a su dormitorio, compuesto por una cama matrimonial. Coloqué un par de focos mientras ella fue a cambiarse de ropa y maquillarse. Tardó un buen rato. Apareció vestida con una sensual combinación negra y unas medias a juego con su correspondiente liguero.La verdad es que no pensé que iba a empezar tan fuerte.

Le pregunté  cómo quería que fueran las fotos. Me contestó que lo decidiera yo, pues era la primera vez que hacía una sesión y confiaba en mí. Me dijo que era para regalárselas a su marido con motivo de las bodas de plata. Eso sí, quería que fueran atrevidas y sexys, para ver si así su marido se fijaba más  en ella y dejaba de andar  por ahí tonteando con jovencitas.

Le di unas breves instrucciones: que se relajara, que mirase a la cámara… Y empezamos la sesión. Al principio tuve que dirigirla, pues tendía a cerrar el cuerpo, a ocultar sus piernas, por cierto largas y bastante bonitas. Pero poco a poco se fue soltando y al cabo del rato dejé de darle instrucciones.


Confieso que empecé a excitarme ante  la vista de  aquel cuerpo: unos pies largos y estilizados, pantorrillas bien torneadas, unos muslos finos que dejaban entrever una piel suave y acariciable, unos hombros ciertamente tentadores, besables, unos pechos mas bien pequeños pero deseables, un rostro con expresión entre inocente y pecadora, una boca siempre entreabierta  cuyos finos  labios incitaban comérsela  a besos.


La temperatura, al menos la mía, iba en ascenso. Y creo que la suya también. No sé si por exceso de calor de los focos o qué ella empezó a sudar, suave, delicadamente. Y yo también. No hablábamos casi, no lo necesitábamos. Yo esperaba que ella no notase mi creciente agitación.

Hasta que ocurrió lo que ocurrió. En un momento dado se quitó el camisón y se echó sobre la cama dejándome al descubierto su culo, vestido con una delicada braguita negra, de esas que llevan puntillita. Me dijo que ahora quería hacer fotos más guarras, que si con estas no se calentaba su marido… Pero en realidad al que logró calentar fue a mí. Noté como de  forma incontrolada mi pene se estaba  poniendo tieso. Disimulando como pude, seguí sacándole fotos. Cuando me puse detrás de ella para sacarle un primer plano de aquel apetitoso trasero me dijo, con una voz melosa e inocente: “¿No me estará sacando el culo? A marido no le va a gustar. Pero si te molestan puedo quitarme las bragas” dijo con total naturalidad. Así lo hizo, se las quitó lentamente y después se volvió a echar de tal forma que solo podía adivinar veladamente entre sus piernas aquel divino tesoro que tanto deseaba poder saborear.


Como adivinando mis pensamientos con un ligero y coqueto contoneo se giró poniéndose de lado y dejándome ver por fin la raja de su coño.     
Aquella visión me provocó un máxima erección . Deseaba tirarme encima de ella y follármela allí mismo. Pero no, me eché para atrás, intentando acudir y refugiarme en  mi ética profesional.

Al sentir que yo me alejaba, se giró y me miró bajando  su mirada  hacia mi paquete.  Sonriendo me dijo “Vaya, parece que tenemos problemas ahí abajo”. No sabía donde meterme. “Vamos acaba tu trabajo. Quiero que fotografíes cada rincón de mi cuerpo” Y volvió a darme la espalda, agachando su cabeza que escondió entre sus manos.


Ya no pude más, mi polla pedía guerra, tenía miedo de correrme allí mismo y dejar todo el pastel en el pantalón, pero logré controlarme y acercándome por detrás le dije: "De acuerdo, pero primero empezaré por los pies".


Así que dejé mi cámara a un lado de la cama y me dispuse a coger sus pies, que los tenía estirados hacia mí, en punta. Le quité las medias delicadamente y comencé a besarle la yema de los dedos, empezando por el pulgar derecho. Lo introduje en mi boca y con mi lengua lo lamí con fruición a la vez que hacía un movimiento con mi boca para dentro y para fuera.


Así fui haciendo con todos los dedos, uno  a uno, saboreando su ligero toque salado. Finalmente los introduje todos a la vez, como si quisiera tragarme su pie entero. La mujer se agitó emitiendo  un sonoro ummmm. Hice lo mismo con el pie izquierdo. Cuando ya hube saboreado los dedos subí con mi lengua por la planta del pie, recorriendo  y saltando una a una las arrugas que se formaban. Ella encogía los pies, en espasmos, pero no los retiraba. Con mi lengua recorrí también su empeine, fino, dulce.
 

No dejaba de mover su culo, hacia dentro y hacia fuera, como incitándome a atacarlo. Así que olvidé sus pies y me dirigí directamente a una de sus nalgas. La besé, dándole pequeños mordiscos. Se estremecía a cada uno, de vez en cuando suspiraba y emitía pequeños, tímidos gemidos. Con mi lengua la lamí dibujando pequeños círculos que iban acercándose cada vez más a la raja del culo. Después hice lo mismo con la otra. Sus gemidos empezaban a subir de tono. Su lisa y suave piel estaba totalmente erizada. Cuando me acerqué a la raja metí mi nariz, inspirando el olor que emanaba de su coño, que intuía hinchado y húmedo.
Aquel olor, a sexo caliente, a mujer, hizo que mi polla casi estallase. Noté mis calzoncillos húmedos y pensé que no aguantaría más. Mientras lo olía bajé poco a poco hacia su culo y metí la lengua.


Fue tal el grito que surgió de su boca que hasta a mí me asustó. No dejaba de mover su culo en círculos, restregándolo por mi cara. Poco a poco fui bajando hasta su sexo. Empecé a lamer su labios. Sabían a hembra, calientes, olorosos, salados . Ella aumentó la velocidad y  la presión de sus movimientos, pero en ningún momento me miró. Por detrás veía  su cara con las mejillas coloradas, cerrados los ojos  y su boca entreabierta emitía jadeos que acabaron por ponerme a cien.
Busqué su clítoris esperando que alcanzara el máximo placer, pero me dijo “A qué esperas, métemela ”.  Ella tampoco aguantaba más. No había tiempo para más. Estaba punto de correrme y pensé que no llegaría a tiempo...


Como pude enfilé mi polla palpitante hacia su coño, hinchado, anhelante… No sin cierta dulzura comencé a introducir mi glande. Noté el coño caliente, blando, acogedor… no podía esperar más así que lo introduje completamente, cosa que no me costó mucho pues tenía la  vagina totalmente encharcada. Empecé a cabalgarla. Ella acompañaba mis movimientos. Con un movimiento circular de su culo consiguió que mi polla gozase plenamente. Sin duda tenía experiencia. Sus puños cerrados agarraban las sábanas con fuerza, pensé que iba a romperlas.
Empezó a gritarme “Más fuerte ,más fuerte , quiero sentirte bien dentro”. Sudorosos como estábamos, calientes, excitados… no tardé en empezar a correrme dentro de ella. Hacía tiempo que no sentía tal placer. Cuando notó brotar mi líquido dentro de ella, me gritó desesperada  “Nooo, todavía no”. Pero ya era demasiado tarde, aquello no tenía marcha atrás. De mi polla salía, incontrolable, el semen de varios días de abstinencia. 

Como enloquecida aceleró sus movimientos y sus jadeos, intentando apurar mis último estertores. Intenté seguir para ver si ella alcanzaba el orgasmo, apurando al máximo. Metió su mano entre las piernas y cogió mi polla. La   acercó a su clítoris y empezó a frotarla en él. Pero ya estaba medio flácida, exhausta. No obstante noté que tuvo un orgasmo.  Dejó de frotarse, poco a poco se fue tranquilizando. Se dejó caer en la cama, diciéndome : “Vete”.

Así lo hice. Empecé a recoger todo mi equipo. Ella ni se movió, seguía ante mí echada a cuatro patas, jadeante y sudorosa, enseñándome, ofertándome su culo, su coño...
 

La verdad es que empezaba a recuperarme del primer polvo y aquella visión de su cuerpo, de su trasero...hicieron el resto. Me tiré salvajemente sobre ella, con mi pene completamente inhiesto, dispuesto esta vez a dar guerra hasta el final. Ella volvió a ponerse en posición  y separando sus nalgas con las manos me mostró la entrada a la otra puerta del paraíso.

No tardé en comprender sus intenciones. Torpemente puse mi glande sobre él y empujé. Ella chilló y me dijo “No sea tan bruto”. Con la mano recogió  un poco de líquido del hilillo que me salía del pene y humedeció su ojete. “Ahora sí”. Esta vez sí, volví a empujar y noté como la cabeza de mi polla  entraba en su culo lenta pero poderosamente.
Su esfínter se distendía y contraía, a impulsos, agarrándome el pene. Era como una mano interior me tirase para adentro apretándome la polla, no había vuelta atrás. Ella lo hacía todo, movía el culo con tal perfección y de tal manera que yo apenas podía hacer nada. Me dejé hacer, por primera vez sentí placer en el hecho de que alguien me estuviera poseyendo. Perfectamente sincronizados  conseguimos alcanzar el orgasmo, uno de los orgasmos más apoteósicos y placenteros que yo haya alcanzado. Sentí que mi semen salía a borbotones, incontrolable, dentro de su culo. Los estertores fueron incontrolables, ella también se estab corriendo no paraba de mover su trasero, intentando exprimir mi polla al máximo y yo no podía parar. Hasta que me quedé seco, literalmente. Puedo decir  que esta vez me corrí completamente, de placer.

Al marcharme, me dijo: “ Por cierto, me llamo Ana". Ha sido el mejor polvo que he echado en mi vida. Sin embargo pocas fotos me has hecho. Así que te llamaré otro día para acabar la sesión".
Uffff. Le di mi tarjeta y la dije que me llamase cuando quisiera.

 

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