El día antes de reyes me llamaron de la productora para realizar un sesión privada, de retratos, a una mujer. Una clienta primeriza, la cosa será fácil pensé. Cuatro fotos y está, sin duda no daría para más. Se trataría de la típica sesión para una mujer solterona necesitada de levantar su ego.
Así que
me dirigí a la dirección que me dio la agencia. Me abrió la puerta una mujer,
de unos cuarenta años, que me sonrió y mandó pasar. Debo confesar que lo
primero que me llamó la atención fueron sus bonitos ojos, de color miel, que le conferían una mirada limpia. Pero también tenía su
punto, delicadamente sensual, no lo voy a negar.
Le pregunté dónde quería hacer las fotos y me
dijo que en su habitación. Así que me dirigió a su dormitorio, compuesto por
una cama matrimonial. Coloqué un par de focos mientras ella fue a cambiarse de
ropa y maquillarse. Tardó un buen rato. Apareció vestida con una sensual combinación negra y unas medias a juego con su correspondiente liguero.La verdad es que no pensé que iba a empezar tan fuerte.
Le pregunté cómo quería que fueran las fotos. Me contestó que lo decidiera yo, pues era la primera vez que hacía una sesión y confiaba en mí. Me dijo que era para regalárselas a su marido con motivo de las bodas de plata. Eso sí, quería que fueran atrevidas y sexys, para ver si así su marido se fijaba más en ella y dejaba de andar por ahí tonteando con jovencitas.
Le pregunté cómo quería que fueran las fotos. Me contestó que lo decidiera yo, pues era la primera vez que hacía una sesión y confiaba en mí. Me dijo que era para regalárselas a su marido con motivo de las bodas de plata. Eso sí, quería que fueran atrevidas y sexys, para ver si así su marido se fijaba más en ella y dejaba de andar por ahí tonteando con jovencitas.
Le di
unas breves instrucciones: que se relajara, que mirase a la cámara… Y empezamos
la sesión. Al principio tuve que dirigirla, pues tendía a cerrar el cuerpo, a
ocultar sus piernas, por cierto largas y bastante bonitas. Pero poco a poco se
fue soltando y al cabo del rato dejé de darle instrucciones.
Confieso que empecé a excitarme ante la vista de aquel cuerpo: unos pies largos y estilizados, pantorrillas bien torneadas, unos muslos finos que dejaban entrever una piel suave y acariciable, unos hombros ciertamente tentadores, besables, unos pechos mas bien pequeños pero deseables, un rostro con expresión entre inocente y pecadora, una boca siempre entreabierta cuyos finos labios incitaban comérsela a besos.
La temperatura, al menos la mía, iba en ascenso. Y creo que
la suya también. No sé si por exceso de calor de los focos o qué ella empezó a
sudar, suave, delicadamente. Y yo también. No hablábamos casi, no lo
necesitábamos. Yo esperaba que ella no notase mi creciente agitación.
Hasta que ocurrió lo que ocurrió. En un momento dado se quitó el camisón y se echó sobre la cama dejándome al descubierto su culo, vestido con una delicada braguita
negra, de esas que llevan puntillita. Me dijo que ahora quería hacer fotos más
guarras, que si con estas no se calentaba su marido… Pero en realidad al que
logró calentar fue a mí. Noté como de forma incontrolada mi pene se estaba poniendo tieso. Disimulando como pude, seguí
sacándole fotos. Cuando me puse detrás de ella para sacarle un primer plano de
aquel apetitoso trasero me dijo, con una voz melosa e inocente: “¿No me estará
sacando el culo? A marido no le va a gustar. Pero si te molestan puedo quitarme las bragas” dijo con total naturalidad. Así lo hizo, se las quitó lentamente y después se volvió a echar de tal forma que solo podía adivinar veladamente entre sus piernas aquel divino tesoro que tanto deseaba poder saborear.
Como adivinando mis pensamientos con un ligero y coqueto contoneo se giró poniéndose de lado y dejándome ver por fin la raja de su coño.
Aquella visión me provocó un máxima erección . Deseaba tirarme encima de ella y follármela allí mismo. Pero no, me eché para atrás, intentando acudir y refugiarme en mi ética profesional.
Como adivinando mis pensamientos con un ligero y coqueto contoneo se giró poniéndose de lado y dejándome ver por fin la raja de su coño.
Aquella visión me provocó un máxima erección . Deseaba tirarme encima de ella y follármela allí mismo. Pero no, me eché para atrás, intentando acudir y refugiarme en mi ética profesional.
Al sentir que yo me alejaba, se giró y me miró bajando su mirada
hacia mi paquete. Sonriendo me
dijo “Vaya, parece que tenemos problemas ahí abajo”. No sabía donde meterme.
“Vamos acaba tu trabajo. Quiero que fotografíes cada rincón de mi cuerpo” Y
volvió a darme la espalda, agachando su cabeza que escondió entre sus
manos.
Ya no pude más, mi polla pedía guerra, tenía miedo de
correrme allí mismo y dejar todo el pastel en el pantalón, pero logré
controlarme y acercándome por detrás le dije: "De acuerdo, pero primero empezaré
por los pies".
Así que dejé mi cámara a un lado de la cama y me dispuse a coger sus pies, que los tenía estirados hacia mí, en punta. Le quité las medias delicadamente y comencé a besarle la yema de los dedos, empezando por el pulgar derecho. Lo introduje en mi boca y con mi lengua lo lamí con fruición a la vez que hacía un movimiento con mi boca para dentro y para fuera.
Así fui haciendo con todos los dedos, uno a uno, saboreando su ligero toque salado. Finalmente los introduje todos a la vez, como si quisiera tragarme su pie entero. La mujer se agitó emitiendo un sonoro ummmm. Hice lo mismo con el pie izquierdo. Cuando ya hube saboreado los dedos subí con mi lengua por la planta del pie, recorriendo y saltando una a una las arrugas que se formaban. Ella encogía los pies, en espasmos, pero no los retiraba. Con mi lengua recorrí también su empeine, fino, dulce.
No dejaba de mover su culo, hacia dentro y hacia
fuera, como incitándome a atacarlo. Así que olvidé sus pies y me dirigí
directamente a una de sus nalgas. La besé, dándole pequeños mordiscos. Se
estremecía a cada uno, de vez en cuando suspiraba y emitía pequeños,
tímidos gemidos. Con mi lengua la lamí dibujando pequeños círculos que iban acercándose cada vez más a la raja del culo. Después hice lo mismo
con la otra. Sus gemidos empezaban a subir de tono. Su lisa y suave
piel estaba totalmente erizada. Cuando me acerqué a la raja metí mi nariz, inspirando
el olor que emanaba de su coño, que intuía hinchado y húmedo.
Aquel olor, a sexo
caliente, a mujer, hizo que mi polla casi estallase. Noté mis calzoncillos
húmedos y pensé que no aguantaría más. Mientras lo olía bajé poco a poco hacia
su culo y metí la lengua.
Fue tal el grito que surgió de su boca que hasta a mí me asustó. No dejaba de mover su culo en círculos, restregándolo por mi cara. Poco a poco fui bajando hasta su sexo. Empecé a lamer su labios. Sabían a hembra, calientes, olorosos, salados . Ella aumentó la velocidad y la presión de sus movimientos, pero en ningún momento me miró. Por detrás veía su cara con las mejillas coloradas, cerrados los ojos y su boca entreabierta emitía jadeos que acabaron por ponerme a cien.
Fue tal el grito que surgió de su boca que hasta a mí me asustó. No dejaba de mover su culo en círculos, restregándolo por mi cara. Poco a poco fui bajando hasta su sexo. Empecé a lamer su labios. Sabían a hembra, calientes, olorosos, salados . Ella aumentó la velocidad y la presión de sus movimientos, pero en ningún momento me miró. Por detrás veía su cara con las mejillas coloradas, cerrados los ojos y su boca entreabierta emitía jadeos que acabaron por ponerme a cien.
Busqué su clítoris esperando que alcanzara el máximo placer,
pero me dijo “A qué esperas, métemela ”.
Ella tampoco aguantaba más. No había tiempo
para más. Estaba punto
de correrme y pensé que no llegaría a tiempo...
Como pude enfilé mi polla palpitante hacia su coño, hinchado, anhelante… No sin
cierta dulzura comencé a introducir mi glande. Noté el coño caliente, blando,
acogedor… no podía esperar más así que lo introduje completamente, cosa que no me
costó mucho pues tenía la vagina
totalmente encharcada. Empecé a cabalgarla. Ella acompañaba mis movimientos.
Con un movimiento circular de su culo consiguió que mi polla gozase plenamente.
Sin duda tenía experiencia. Sus puños cerrados agarraban las sábanas con
fuerza, pensé que iba a romperlas.
Empezó a gritarme “Más fuerte ,más fuerte ,
quiero sentirte bien dentro”. Sudorosos
como estábamos, calientes, excitados… no tardé en empezar a correrme dentro de ella.
Hacía tiempo que no sentía tal placer. Cuando notó brotar mi líquido dentro de
ella, me gritó desesperada “Nooo, todavía
no”. Pero ya era demasiado tarde, aquello no tenía marcha atrás. De mi polla salía,
incontrolable, el semen de varios días de abstinencia.
Como enloquecida aceleró sus movimientos y sus jadeos, intentando
apurar mis último estertores. Intenté seguir para ver si ella alcanzaba el
orgasmo, apurando al máximo. Metió su mano entre las piernas y cogió mi polla.
La acercó a su clítoris y empezó a frotarla en
él. Pero ya estaba medio flácida, exhausta. No obstante noté que tuvo un orgasmo.
Dejó de frotarse, poco a poco se fue tranquilizando. Se dejó caer en la cama, diciéndome : “Vete”.
Así lo hice. Empecé a recoger todo mi equipo. Ella ni se movió, seguía ante mí
echada a cuatro patas, jadeante y sudorosa, enseñándome, ofertándome su culo, su coño...
La verdad es que empezaba a recuperarme del primer polvo y aquella visión de su cuerpo, de su trasero...hicieron el resto. Me tiré salvajemente sobre ella, con mi pene completamente inhiesto, dispuesto esta vez a dar guerra hasta el final. Ella volvió a ponerse en posición y separando sus nalgas con las manos me mostró la entrada a la otra puerta del paraíso.
La verdad es que empezaba a recuperarme del primer polvo y aquella visión de su cuerpo, de su trasero...hicieron el resto. Me tiré salvajemente sobre ella, con mi pene completamente inhiesto, dispuesto esta vez a dar guerra hasta el final. Ella volvió a ponerse en posición y separando sus nalgas con las manos me mostró la entrada a la otra puerta del paraíso.
No tardé en comprender
sus intenciones. Torpemente puse mi
glande sobre él y empujé. Ella chilló y me dijo “No sea tan bruto”. Con la mano
recogió un poco de líquido del hilillo
que me salía del pene y humedeció su ojete. “Ahora sí”. Esta vez sí, volví a
empujar y noté como la cabeza de mi polla entraba en su culo lenta pero poderosamente.
Su esfínter se distendía y contraía, a impulsos, agarrándome el pene. Era como
una mano interior me tirase para adentro apretándome la polla, no había vuelta
atrás. Ella lo hacía todo, movía el culo con tal perfección y de tal manera que
yo apenas podía hacer nada. Me dejé hacer, por primera vez sentí placer en el
hecho de que alguien me estuviera poseyendo. Perfectamente sincronizados conseguimos alcanzar el orgasmo, uno de los
orgasmos más apoteósicos y placenteros que yo haya alcanzado. Sentí que mi
semen salía a borbotones, incontrolable, dentro de su culo. Los estertores
fueron incontrolables, ella también se estab corriendo no paraba de mover su trasero, intentando exprimir
mi polla al máximo y yo no podía parar. Hasta que me quedé seco, literalmente.
Puedo decir que esta vez me corrí
completamente, de placer.
Al marcharme, me dijo: “ Por cierto, me llamo Ana". Ha sido el mejor polvo que he echado
en mi vida. Sin embargo pocas fotos me has hecho. Así que te llamaré otro día para acabar la sesión".
No hay comentarios:
Publicar un comentario