Después de nuestro último encuentro en aquel hotel, tardamos un tiempo en vernos. La verdad es que no lo llamé y él a mí tampoco. Supongo que necesitaba tomar un poco de distancia y de perspectiva, ver esta relación desde lejos, necesitaba saber si le seguía deseando.
No
se lo que pensaría David, pero tomé la decisión de llamarle solo cuando
realmente sintiera que quería estar con él y eso hice.
Durante
ese tiempo me di cuenta de que esta relación me había abierto un nuevo
campo en las relaciones con los hombres. Perdí el miedo a tener
relaciones con desconocidos, y me sentía mucho más segura de mí misma.
Un
día estaba en el hipermercado haciendo la compra y noté como unos ojos
se posaban en mí durante largo tiempo, me di la vuelta y vi a uno de los
reponedores habituales del hiper, seguro que nos habíamos cruzado
muchas veces, pero nunca había reparado en él. No era muy mayor,
ventipocos, era muy alto y algo desgarvado. Lucía una larga melena que
caía sobre su espalda atada en una coleta. Cuando se dio cuenta de que
lo miraba, se puso colorado y sonrió.
Me
encantó provocar eso en un chico, así que me fui riéndome de la
situación.
Cuando salía de la caja después de pagar, empezaron a sonar todas las alarmas, pi,pi, pi, y yo no sabía donde meterme.
Se acercó a mí el guardia de seguridad sonriendo. Seguramente me estaba poniendo de todos los colores.
Cuando salía de la caja después de pagar, empezaron a sonar todas las alarmas, pi,pi, pi, y yo no sabía donde meterme.
Se acercó a mí el guardia de seguridad sonriendo. Seguramente me estaba poniendo de todos los colores.
Me
pidió que le acompañara, yo me moría de vergüenza mientras caminaba
detrás de el, pero me fijé en que estaba bastante bien. Espalda ancha,
culo bien duro, y colgada en la cintura una buena porra. -Muy erótico-
pensé.
Cuando llegamos a la oficina cerró la puerta tras de mí, me miró el bolso, al no encontrar nada sospechoso dijo.
-Voy a tener que cachearte-
-¿Qué?,- la verdad es que solo pensar que me iba a poner las manos encima ya me ponía caliente.
-Lo siento, son las normas.
Me
puse de cara a la pared y me dejé tocar, sus manos se posaron en mis
hombros, bajando muy despacio recorriendo todo mi cuerpo lentamente, al
hacerlo dibujaba mi figura debajo del vestido. Siguió bajando por las
piernas y después puso sus manos en el interior de mis muslos y
subiendo. Cada vez me ponía más y más caliente, sentía su respiración en
mi nuca y estaba bastante agitada.
Sin pensarlo hice un movimiento rápido y le puse la mano en el paquete, se quedó de piedra pero no se apartó, al contrario, se juntó más a mi. Me subió la falda y metió su mano debajo, tocando mis braguitas y noté como se le ponía dura. Yo no sabía que seria capaz de hacer algo así hace unas semanas.
Le seguí tocando el paquete sin darme la vuelta y cada vez se la notaba más dura, su respiración se agitaba y empezó a frotarse contra mí, sus manos seguían recorriendo mis muslos, no los soltaba. Me abrí un poco más de piernas, le cogí la cadera con las dos manos y le apreté contra mi trasero, no se resistió, empujó más fuerte.
Me levantó un poco la falda para llegar con las manos por delante, dibujando mis caderas con sus dedos, cuando encontró mis bragas, las palpó, despacio, con cuidado, y metió un poco sus dedos debajo. Su aliento resoplaba en mi nuca y me ponía a cien.
Creí
que aquello iba a terminar muy bien, pero entonces tocaron a la puerta.
Nos recolocamos la ropa como pudimos con rapidez, él dijo:
-Un momento, ya voy- y abrió la puerta.
Era su compañero que preguntaba que pasaba,
-Nada,puede marcharse señorita.-
-Nada,puede marcharse señorita.-
Cogí mis bolsas y me fui, no sin antes lanzarle una mirada y una sonrisa pícara a mi furtivo cómplice.
Mientras salía de la tienda, pensaba en David, en cómo me había cambiado, en que antes de conocerle no me habría atrevido a hacer lo que estaba haciendo y sin sentirme culpable o terriblemente avergonzada. Así que cogí el móvil y lo llamé. Puede que lo hiciese fruto de el calentón que llevaba, no sé. Seguramente no me cogería el teléfono después de tanto tiempo...
Mientras salía de la tienda, pensaba en David, en cómo me había cambiado, en que antes de conocerle no me habría atrevido a hacer lo que estaba haciendo y sin sentirme culpable o terriblemente avergonzada. Así que cogí el móvil y lo llamé. Puede que lo hiciese fruto de el calentón que llevaba, no sé. Seguramente no me cogería el teléfono después de tanto tiempo...
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