viernes, 31 de agosto de 2012

Consciente de mi cuerpo


Después de mi encuentro con David, pienso en lo que me ha dicho. Realmente no me gusta el sabor del semen, se que a  ellos les excita mucho que te lo tragues, pero nunca lo he hecho y creo que no lo haré. Supongo que se ha sentido algo decepcionado por eso, pero creo que todo lo demás que hacemos lo compensa. Así que dejo de darle vueltas y me meto en el coche para regresar a casa, supongo que mi marido se estará preguntando donde me he metido, salgo a comprar y me paso todo el día por ahí. Pero está acostumbrado a mis ausencias cada vez más frecuentes.

Cuando llego a casa le veo sentado al ordenador, sin darse cuenta de que yo no estaba en casa, eso me hace sentir que en absoluto le importa mi ausencia, que sólamente vive para él y pienso que tengo que seguir con mi vida, que no puedo esperar a que reaccione.

El día siguiente voy a trabajar, me levanto con un halo de tristeza por la indiferencia de mi marido, pero afronto el día con optimismo. Si él no quiere ver lo que tiene delante, problema suyo, yo no le voy a estar esperando. Puede que todo lo que me está pasando últimamente, mis cambios, mis relaciones furtivas con David, sea por que me estoy encontrando a mí misma, por que está surgiendo de nuevo la mujer que había estado dormida durante tantos años... pendiente de la casa, de los niños y de mi marido. Ahora vuelvo a ser yo, una mujer madura pero con mucho que ofrecer y me siento tan bien...

Después de trabajar decido ir a comprarme ropa algo sexy para el sábado, me dirijo a una tienda de lencería que conocía pero a la que nunca he entrado. Detrás del mostrador  un hombre, cosa que me pareció curiosa por que suelen ser mujeres, era muy agradable.

- Hola, quiero ver lencería sexy, ¿tienes algo?
- Claro, pero te digo una cosa, una mujer como tú no necesita ponerse nada especial, seguro que con cualquier cosita estas tremenda.
Me hace sonrojarme -Gracias-


Sacó varios modelos, a cual más bonito, hasta que vi un conjunto de encaje negro que me gustó.
-¿Puedo probarlo?
-Claro, pasa al probador.

Según entro en el probador se me viene a la cabeza una idea, ¿y si le digo que me ayude? No, es demasiado fuerte, esas cosas solo pasan en las películas.

El conjunto es espectacular y por una vez decido no mirar el precio. Pero al querer desabrocharme el sujetador no soy capaz, algo se me enganchó.

-¿Estas bien?- Me preguntó el dependiente.
-Bueno, no se que ha pasado, no soy capaz de desabrochar esto....
-Espera que voy.

El corazón se me acelera, ¿que viene? Supongo que estará acostumbrado a estas cosas.
Siento como se abre la cortina detrás de mí, y le veo entrar a través del espejo. Veo como se queda mirando mi espalda.

- Mmmmm, preciosa espalda.
- Mira a ver, no se por que no puedo desabrocharlo.

Me quedo esperando a que me ayude, siento sus manos calientes posándose en mi espalda muy despacio y cómo manipula el cierre del sujetador con delicadeza extrema. Entonces lo desabrocha, pero no se retira, se queda con las manos en mi espalda como si quiera quedarse pegado a ella.

-Ejem, bueno ya está, dijo.


En el espejo pude ver cómo se ruborizaba, seguramente sorprendido por el pensamiento que le cruzó la cabeza. Se dio media vuelta y se fue.


Acabé de vestirme, me di cuenta de que una sonrisa insconciente se dibujaba en mi cara, pienso en los motivos por los que últimamente me pasan estas cosas, antes no era así. Pero lógicamente tenía una explicación. Soy yo, irradio sexualidad sin quererlo y eso atrae las miradas, los hombres lo notan.

Me despedí con un "gracias" y una gran sonrisa, y él me la devolvió.

Cuando salía de la tienda noté sus ojos clavados en mí, casi podía adivinar lo que estaba pensando, no era muy difícil.

Llego a casa y veo de nuevo a mi marido al ordenador,

-Hola.




Recibo el silencio por respuesta. Es tarde, me voy a la cama. Dios, que ganas tengo de que llegue el sábado.



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