lunes, 25 de junio de 2012

SÓLO DOS HORAS




 A lo mejor me estaba volviendo loca, no lo sé, la verdad es que en ese momento no lo pensé. Solo me dejé llevar, estaba haciendo lo que mi cabeza y mi cuerpo me pedían a gritos. Tení a que estar con él o si no me fallaría a mí misma.


Me subí a su coche, cuando lo pienso fríamente , creo que en ese momento no era yo, de nuevo estaba poseída por el deseo. 

Me preguntó a donde íbamos, la verdad es que me daba igual, solo quería que me follara, así de claro. Solamente quería tenerlo de nuevo dentro de mí, no me importaba nada más.

Durante el trayecto no hablamos mucho, no teníamos una dirección concreta así que durante unos minutos vagamos por las calles  y carreteras secundarias de la ciudad. Seguramente buscando un  sitio discreto donde dar rienda suelta a nuestros deseos.

Sentada a su lado, me acariciaba las piernas, y me levantaba ligeramente la falda, todo para provocarle, para que no perdiera el interés. Solo el sentirle cerca de mí, me excitaba, mi respiración era agitada, y me costaba trabajo retener mis ganas de tocarle.
Pasamos por un descampado cercano a una playa, estaba desierto. Le dije que estacionara ahí mismo.

Casi no le dio tiempo a parar del todo el coche, en cuanto lo hizo me tiré a sus brazos, no aguantaba más. Se quedó un poco sorprendido. Me lancé a sus labios con ferocidad, llevaba muchos días pensando en esa boca, en esa lengua, y me sumergí en ella.

Él me abrazaba, podía sentir todos sus músculos en tensión, sentía como su boca me respondía, su lengua jugaba con la mía. Durante un segundo paramos, nos miramos y nos echamos a reír.

- Tenía tantas ganas de verte, y tenemos tan poco tiempo.
- Sigue, no pares, no pierdas el tiempo hablando.

Dejé de reír y comencé a desabrocharle la camisa, mirándole a los ojos, quería que notase mi profundo deseo. Él sonreía y me dejaba hacer.

Con alguna dificultad, conseguí ponerme a horcajadas  sobre él, dejando a la vista la parte alta de mis muslos y mis braguitas negras especialmente escogidas para la ocasión.

Seguí desabrochándole y comencé a besarle el pecho, metí mis manos por debajo de su camisa, suavemente, y descubrí que tenía cosquillas.
De nuevo le besé, recorrí todo su cuerpo con mis manos, y llegué a su entrepierna. En ese momento ya estaba totalmente empalmado. Así que busqué la palanca del respaldo y le eché para atrás.

 
Durante todo el tiempo él tampoco dejaba de recorrer mi cuerpo con sus manos, no se le borraba la sonrisa de la boca, y eso me ponía a cien.

Le desabroché del todo la camisa y dejé al descubierto su hermoso torso, su cuerpo formado.


Era tan sexy… Le besaba el pecho y bajé hasta el ombligo, metí mi lengua en él, noté que se estremecía.  


Despacio le desabroché el 
cinturón, luego el botón y por fin la cremallera del pantalón y dejé que me ofreciera lo que más había deseado durante estos días, su miembro, grande caliente y duro, se mostraba a mí en todo su esplendor. De nuevo era mío, y sólo mío.

Lo besé, con mi lengua lo recorrí entero y le di unos pequeños mordisquitos. Entonces levanté la cabeza y le miré, estaba desencajado, tan excitado…

Mientras nos mirábamos acariciaba con mis manos su pene, haciendo que creciera hasta casi explotar. Pero todavía no quería que se corriera, no tan pronto. Me quité de encima suyo para quitarme mis braguitas.


De nuevo me puse encima sin soltarle en ningún momento, estaba tan húmeda que no me costó trabajo metérmela.

Despacio, poco a poco, fue entrando en mí, de nuevo podía sentir como se movía dentro. Teníamos poco espacio, así que los movimientos eran pequeños pero muy intensos.

En un segundo de lucidez, pensé que no era yo la que estaba en ese coche o quizá era más yo que nunca.


Se movía debajo de mí, con insistencia, me acariciaba los muslos y subía por mi espalda. De repente se incorporó y me besó, noté que era un beso más cálido que los anteriores, como si en ese momento sintiera que yo era la única mujer en el mundo.

Movía mis caderas y nos adaptamos fácilmente al ritmo del otro, nunca me había pasado, tanta compenetración, los dos sabíamos perfectamente lo que queríamos.


Mi cadera hacía círculos y se movía de arriba abajo. Nos abrazamos, tan fuerte que parecía que nos íbamos a partir, no nos queríamos soltar. Nos fundimos en uno, tan fuerte, que cuando llegamos al clímax, lo hicimos a la vez.

Los dos nos quedamos abrazados, temblando, besándonos. Creo que él también pensaba que aquello era como un sueño, que no podía ser real.

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